sábado, 24 de agosto de 2013
Texto de referencia: “Más información, menos
conocimiento” de Mario Vargas Llosa
No hay duda
alguna que desde que crearon los ordenadores y el Internet, el mundo que antes
se conocía pasó a ser globalizado y a conectar ciudades, países y continentes
de una manera extraordinaria. Dio un giro radical al uso de los medios de
información y en parte, comenzó a facilitar los trabajos que antes requerían
esfuerzo y tiempo.
Sin embargo,
desde su constante uso creó una controversia y generó una serie de preguntas
sobre qué era mejor: optar por medios escritos, que sean palpables (ya sea
diarios, revistas o libros) o seguir adentrándose en el mundo digital. Actualmente
parte de la población opta por lo tradicional, otros han hecho un balance entre
ambas formas de información y otra parte de la población prefiere simplemente
obtener contenidos a través de la web.
Lo malo es que, como dice el dicho, “todo en exceso es malo”. Prueba de ello, es que las personas ya no toleran leer un libro, se estancan en las primeras dos páginas y luego comienza a ser un martirio; lo que antes era una lectura profunda ahora se ha convertido en un esfuerzo. No se trata de boicotear o prohibir el uso del Internet, porque si algo se debe rescatar es que las redes sociales ahorran tiempo, puedes compartir experiencias, traen beneficios a las empresas y negocios, además es parte del desarrollo económico de las naciones. La información tiende a ser instantánea, claro ejemplo es Twitter.
Nicholas Carr,
escritor estadounidense, publicó en el 2011 un libro llamado “Superficiales:¿qué está haciendo Internet con nuestras mentes?”, si bien en su libro reconoce los lados
positivos del uso de las nuevas tecnologías; recalca que a la larga tendrá (o
ya comienza a tener) un precio muy alto, y no es para menos. Si antes la manzana de la discordia era la
televisión, ahora es el Internet y es que los medios tanto indirectamente como
a lo largo de los años ha modificado la manera de pensar y actuar de las
personas.
El punto de
gran importancia es que, el elevado uso de las redes hace que la mente no se
ejercite por el mismo hecho de que tiene todo a su alcance. Los avances del
Internet hasta simulan que es mejor que un cerebro, por algo no le otorgan el
nombre de “la biblioteca más grande del mundo”, el cerebro se vuelve
dependiente de esta herramienta y termina por convertir a las personas en sus
esclavos.
El constante uso del Internet, hace que perdamos gusto por los libros porque te hace creer
que no los necesitas; si reflexionamos sobre el sistema educativo, tanto
alumnos como jóvenes (en su mayoría) ya no desean leer libros por gusto o
afición, todo lo tienen al alcance de un solo click y si lo hacen es solo para
buscar algo de información que necesiten, totalmente superficial. Lo cierto es
que para no caer en este error, es hacer un balance entre lo que buscamos y los
medios de comunicación; se debe ejercitar el cerebro constantemente, de lo
contrario el resultado será que el ordenador será más inteligente que nosotros
mismos.
Si algo he de
recalcar es que, la tecnología nos vuelve flojos,
irritables e impacientes; por el mismo hecho de tener la información tan
cerca, ya no requerimos de tanto esfuerzo para obtener la información que
deseamos, nos conformamos solo son lo que se nos brinda en la web, nos
irritamos cada vez más porque las cosas no salen como queremos cada vez que
buscamos contenidos y nuestro ordenador está lento, ello hace que nos volvamos
impacientes. El citadino común, (según estudios) solo puede esperar de 3 a 5
segundos para que cargue una página web o una aplicación (en el ordenador o Smartphone);
no hay la suficiente paciencia para esperar la información que requerimos y eso
nos regresa al anterior punto: nos vuelve irritables. No se trata de condenar a
los ordenadores, Internet y nuevas tecnologías, se trata de saber quiénes somos
y qué lugar tenemos en la sociedad; el objetivo es encontrar un punto medio –
aunque parezca difícil – no dejar de lado radicalmente los medios tradicionales
de información, porque como diría MVLL en su texto: “cuanto más inteligente sea
nuestro ordenador, más tontos seremos nosotros”.
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