"Desborde Exagerado" (cuento)

domingo, 8 de agosto de 2010

Yo recuerdo que una vez, hace mucho tiempo, escuche una historia un poco particular.
Empieza en un pueblo recóndito de la sierra peruana, donde todos los habitantes de este, se conocían entre si.

Era un día que no escapaba a la monotonía, a la que estaban acostumbradas las personas de aquel pueblo, excepto, por un pequeño incidente que aconteció ese día.
La señora Petronila Cuscus, una señora de avanzada edad, que acostumbraba realizar sus compras en la tienda de abarrotes del señor Aureliano Pomalca, una persona bonachona y agradable que recibía siempre a la señora Petronila con amabilidad y mucho gusto.

Por ser un pueblo relativamente pequeño, la tienda del sr. Aureliano era visitada frecuentemente por los lugareños y gozaba este, pues, de una excelente clientela que siempre era tratada con mucho afecto y atención, y este le era retribuido también.
Como todos los días, la señora Petronila se dirigía a la tienda, a realizar sus compras diarias, se aproximaba a la tienda y como era usual, el señor Aureliano lo recibía con un: -¿Cómo esta hoy?- y a continuación se disponía a atenderla con sus mandados, pero esa vez fue todo totalmente distinto, ya que la respuesta de la sra. Petronila, no fue como las de siempre, sino que en el tono de su voz y en la apariencia de su rostro se reflejaban una especie de preocupación, que desconcertó al sr. Aureliano, por lo que este se apresuró a preguntarle: -¿Qué le sucede sra. Petronila?-¿Esta usted bien?- , a lo que la sra. Petronila se apresuró a responderle con un: “He tenido un sueño un poco desconcertante”, el sr. Aureliano entonces, preguntó muy intrigado: -¿De qué se trataba ese sueño, que tan preocupada la tenia?- A lo que la sra. Petronila resumió muy brevemente, de que en su sueño, veía cómo los lugareños corrían despavoridos, en un pánico colectivo inusual, por que el río que bordeaba todas las costas de su venerado pueblo, se desbordaba, sin remordimientos ni compasión, inundando todo el pueblo en la mas triste e inolvidable tragedia que nunca pensaron, sucedería jamás, sucedió en la noche, cuando todos dormían.

La sra. Petronila, terminó abruptamente el relato de su particular e inusual sueño, inmediatamente se retiró de la tienda, sin haber hecho pedido alguno y sin mediar palabra alguna con el sr. Aureliano, que quedó relativamente pasmado por la situación que acababa de observar.

Inmensamente sorprendido y a la vez, un poco alarmado, de que en un futuro no muy lejano llegara a suceder lo que la sra. Petronila contó, el sr. Aureliano continuo con sus faenas diarias de atención cordial en su tienda, aunque el sueño que describió la sra. Petronila, le venia dando vueltas la cabeza, cuando de pronto ingresó una muchacha de apariencia muy vivaz, gozaba de vitalidad e inocencia y una fama muy particular en ese pueblo, su nombre era Hermelinda, pero el sr. Aureliano le decía srta. Hermelinda.
Tenía una reputación de ser una persona que, exageraba exorbitantemente las cosas y tergiversaba todo lo que oía. Esta fama se la tenía bien ganada, ya que era una, llamémosle “cualidad” en ella.

En fin, Hermelinda se disponía como siempre a hacerle su pedido al sr. Aureliano, cuando de pronto, se fijó en el aspecto tan extraño y poco común de su rostro, al que abordo inmediatamente: -¿Qué le sucede sr. Aureliano?- A lo que el sr. Aureliano respondió cándidamente a la pregunta de la srta. Hermelinda, que se estaba imaginando algo catastrófico, que le sucedería al pueblo, pero que era, sólo eso, imaginación.
Pero Hermelinda, que era una muchacha muy capaz en sus habilidades, y más aun, en este de tratar de sacarle más información al sr. Aureliano, y más aun, todavía, que había escuchado y asociado las palabras: “catastróficos” y “pueblo” y se imaginaba algo peor de lo que el sr. Aureliano le había comentado, sin esta saber, el verdadero meollo del asunto.

Hermelinda trató por todos los medios posibles y conocidos por ella, de que el sr. Aureliano describiera con lujo de detalles, por que era que se estaba imaginando, esto de que el pueblo caería en una desgracia, que sería catastrófica para todos los lugareños, a lo que el sr. Aureliano atinó simplemente a decirle, que eran cosas sin sentido “de un viejo roble que ya se estaba apolillando” refiriéndose a si mismo. Hermelinda, quien ya estaba bastante intrigada con lo que había escuchado hasta el momento, no quedó satisfecha con la respuesta del sr. Aureliano, por lo que procedió a salir raudamente de la tienda del sr. Aureliano, sin realizar compra alguna (como la sra. Petronila) sólo que por diferentes razones.

A lo largo de su espontáneo trayecto, Hermelinda iba maquinando, cada vez mas, el por que de la negativa del sr. Aureliano de contarle detalles de la supuesta tragedia, que se estaba imaginando, y entonces, supuso de manera errónea, que el sr. Aureliano, estaba ocultando algo, que no quería que las demás personas del pueblo supieran y especialmente ella, por lo que presurosa corrió hacia la plazoleta central del pueblo, un plazoleta discreta, sencilla pero siempre llena de actividad, ya que constantemente era transitada por todos los lugareños.

Se postró en la parte más alta de la plazoleta, ante el asombro de los lugareños, ya que era algo inusual ver a esta muchacha de dudosa reputación creíble, verla enclavada, literalmente, en la parte mas pronunciada de dicha plazoleta. Hermelinda se dispuso entonces a lanzar una serie de frases que iban dirigidas a los lugareños: -“sé de buenas fuentes que algo malo le va a suceder a nuestro pueblo, algo realmente muy grande y desastroso para nuestro pueblo”- repetía incansablemente, hasta que de pronto el murmullo y la interrogante se posó en las personas que estaban presentes en la plazoleta: -¿Será cierto lo que dice?-¿Cómo se ha enterado?- etc. de preguntas que le daban vuelta a las personas y que no encontraban respuesta alguna, todos se fiaban de lo verídica que podía ser la afirmación de Hermelinda, con respecto a que algo malo le pasaría al pueblo, aun, conociendo la fama que le precedía como carta de presentación a Hermelinda, ya que todos los presentes en esa plazoleta, se dejaron llevar por el histrionismo de Hermelinda, para exagerar, y llevar las situaciones, a niveles insospechados y creó en los lugareños, una suerte de pavor general, de no tener respuestas, y no saber si era cierto lo que decía o si era verdad, por lo que todos los lugareños empezaron, de manera muy caótica e inverosímil, a dispersarse, cada quien por su lado, pero todos despavoridos, buscando a sus familiares, amigos, conocidos, etc. para poder, lo antes posible huir, de aquel pueblo, que según Hermelinda estaba a punto de sufrir una gran catástrofe, de proporciones inimaginables, que según, el sr. Aureliano, imaginaba con temor e impaciencia, y que por ultimo, la sra. Petronila soñó y contó con estupor al sr. Aureliano. Era pues el resultado inmediato, de una serie de acontecimientos que se fueron situando, uno a uno, con distintos voceros, con distintos mensajes, pero con el mismo fin, intrigar a quien lo escuche, hasta dejar en el, una sensación de preocupación.
Así pues, los lugareños, a larga abandonaron por completo el pueblo, que por tantas generaciones habían habitado, abandonaron aquella tierra que era rodeada de un hermoso río, que nunca se llegó a desbordar, un río que solamente, estuvo en un comienzo en la imaginación de algunos, pero que a la postre, caló hondo en la imaginación de todos, gracias a la desgracia de haber llegado a oídos de las srta. Hermelinda (como le decía el sr. Aureliano), que como era costumbre, tergiverso todo de nuevo.

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