viernes, 1 de octubre de 2010
Suicidio. Mi mente alguna vez viajó por los pensamientos de la muerte pero sólo han quedado en suicidios mentales, porque me doy cuenta que no debo ahogarme en un vaso de agua y porque no tengo el valor necesario como para hacerlo, además tengo muchos motivos, así como metas, que no me permiten hacerlo. Pero cuando uno tiene aquellos días y meses de depresión es inevitable no pensar en perecer, realmente debo decir que en la actualidad las buenas situaciones y estados, han aumentado, y es en vano decir que la felicidad está a flor de piel.
Debo confesar que para escribir esto tengo que oír canciones que realmente me hagan buscar entre mis recuerdos el sentimiento de la tristeza, quizá mi interior considere que para redactar necesito evocar algunos estados de agonía. ¿Recuerdas Andrea esos días de enero y febrero? ¿Cuándo el cuaderno, el lapicero y el dormitorio pequeño eran nuestro escape? Las paredes sólo saben cuánto hemos llorado, sufrido y deseado morir, porque cuando la verdadera depresión reina tu mente, cuerpo y ser no deseas nada más que estar muerta o haber sido asesinada, no importa qué, sólo estar muerta. ¿Recuerdas aquella mañana donde nuestras miradas estaban sumamente rojas, rojas como su asquerosa sangre que corría por su terso cuerpo? Me hundía en las más tristes melodías y entre mis sábanas revueltas por pataletas, pensando: “¿cuándo terminará esto?”.
¿Recuerdas cuando te dijeron que supuestamente el verdadero año nuevo comenzaba en marzo? ¿Recuerdas también las palabras de tu verdadera abuela? Pues sí, no me es difícil decir que tenían razón, las cosas caen por su propio peso, no importa cuánto esperes, a las finales llegué a sentirme viva y feliz. Dejé todo lo malo atrás hace mucho tiempo, me renové por completo, tomé decisiones y por fin puedo ver los fabulosos resultados. Sólo sé algo: me salvé de una muerte segura y me siento orgullosa por mis firmezas ante esos sucesos que querían hacerme morir.
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