Teresa y Alfonso, parte I

sábado, 14 de mayo de 2011

Días atrás, mientras caminaba en la noche -después de haber salido de la misma universidad- vi por la calle a Teresa; quien estaba caminando a regañadientes contra el otoño y me daba la impresión como si hubiera estado superviviendo como fuere a las tediosas clases, de pronto, decidí acelerar mi paso para saludarla. Así lo hice y de la misma manera me respondió con un "¿qué tal? ¿cómo vas?", le dije que iba camino a la Av. Salaverry para tomar el carro e irme a casa, ella me preguntó si la podía acompañar a comprar unas cosas a Metro -puesto que estaba muy cerca- y le respondí con un "sí, normal, es super temprano" y así lo hicimos. A pesar de nuestras estúpidas bromas, la atmósfera que nos rodeaba era algo "diferente". Salimos del supermercado y compramos un par de galletas Margarita para luego hallarnos sentadas en las bancas de la Resi conversando de mis y sus cosas, sobre el clima, moda, música, películas, actores, etc.

Mientras la observaba directamente a los ojos, debo confesar que mi presencia corporal era totalmente nula, me perdía entre lo que ella me decía y expresaba, porque recordaba dentro de mí muchas cosas: los trabajos que tenía que terminar para el día siguiente, las fotos que tenía que cargar en mi blog, los discos que tenía que descargar para actualizar de una vez mi iPOD y sobretodo recordaba aquellas anécdotas cuando la conocí junto con el incondicional Alfonso, hace muchísimos meses atrás.

En un abrir y cerrar de ojos, me transporté a ese momento cuando los vi. Alfonso estaba ahí, caminando junto a Teresa por la acerca, conversando de la vida, riéndose de todo el mundo como mejor saben hacerlo pero con el toque de "burla sana" que siempre suelen darle. Recordaba también cómo los dos irradiaban felicidad a donde fueran, aquellos enigmáticos pasajes y ambientes -que ella me comentó y describió más de una vez en discretas confidencias- en donde quedaron selladas sus huellas del deseo que ambos se manifestaban, así como esos momentos, en los que Teresa me había especificado, en que ellos perdían el control y la noción del tiempo mientras pedían más horas para poder seguir entregándose a ese paraíso nada efímero del cual no querían salir en lo absoluto, enterrados en esas sábanas que los acompañaban en largos intervalos de sueño.

Después de haberme quedado en blanco por varios segundos -a la vez de haber evocado tantas situaciones que Teresa me había comentado en varias ocasiones- reaccioné por fin y logré escuchar muchas cosas que me impactaron, solo le dije a Teresa que siempre podría contar conmigo para lo que fuera (total... no soy de tener muchas amistades) y que debía tomarse en serio,y con madurez, las decisiones y acciones que haría de acá en adelante para su propio bienestar profesional, anímico y demás. Ella me agradeció, sonrió y pude percibir un cierto brillo en sus ojos pero más que todo, mucha tranquilidad; al poco rato recibió la llamada de Alfonso, quien ya había salido de su clase (puesto que la mayoría de las clases de turno noche en nuestra universidad terminan a las 10pm) y que la estaba esperando para que se dieran el alcance y así pudieran retirarse del distrito en el que los tres nos encontrábamos, de esta manera partimos de la Residencial San Felipe. Me compré una gaseosa IncaKola y noté que Teresa estaba muy animada, drásticamente le había cambiado el humor y el semblante, no estaba apática como suele estar... bien por ella. Supongo que es parte del proceso al que acaba de someterse por voluntad propia, así que mucho mejor para ella, de pronto, habíamos llegado a la avenida, saludé a Alfonso, ambos se despidieron de mí con una sonrisa y tomados de la mano se retiraron raudamente para continuar con el camino que los conducirá a la felicidad y por el cual lucharán con la determinación que se requiera, entre otros tantos factores... después de todo, el amor es parte de aquella extraña dupla.

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