Amando a mi patria (Artículo patriótico)

domingo, 7 de noviembre de 2010

Porque no sólo somos Machu Picchu como postal del recuerdo, o aquellas botellas de Pisco, o nuestra gastronomía - tan codiciada últimamente - o aquellos personajillos desperdigados que se destacan en diversos rubros en todos los rincones del mundo y que poseen nuestra nacionalidad o aquellos logros que nos enaltecen y nos hacen levantar la cerviz y erguir nuestras columnas, cual mástil de buque insignia.

Este Perú tan dosificado en texturas, colores, sabores, olores, cultura, todas las pluralidades convergen en un solo ámbito, tan heterogéneo y a la vez tan similar. De caminos empedrados desde la época del colonialismo, agrestes, con sus trochas estrechas o anchas donde pezuñas, pisadas pequeñas o extensas se abren paso, calles perfectamente cimentadas y lizas como el más fino papel. De locaciones tan extensas, como aquellos palacios milenarios que esconden tanta historia en su arquitectura, de monumentos ceremoniales tan ancestrales que exploran nuestra mente hasta divagarnos sutilmente en el recuerdo del cómo se construyo, de cerros con ventanas iluminadas cual pesebre en sus noches más oscuras o de aquellos parajes naturales tan biodiversos, tan exquisitos en flora y fauna. Aunque siempre renegamos de nuestra geografía, por tener tan magnas cordilleras, que de no ser por su presencia, el ambiente sería aún más hostil para los que habitamos las costas de este país, y renegamos porque hacen difícil el acceso a aquellos lugares tan recónditos de nuestra geografía serrana o, porque simplemente vivimos a expensas de envidiar los climas de otros lugares, menospreciando el nuestro. Lima, nuestra ciudad capital, la Londres de estos lares, donde casi todo el año es gris, donde sus microclimas nos juegan a veces una mala pasada, ya que el abrigo a veces es insuficiente en algunas partes de la ciudad y en otras es simplemente demasiado para el cuerpo.

Por Chabuca Granda cantando por placer aquellos himnos nacionales de los que destacamos “La flor de la canela” o la inobjetable Lucha Reyes, reina del criollismo quien un 31 de octubre nos dejó para nunca más volver pero que su legado quedó, para nunca más irse. Ima Sumac, tan diva, tan Hollywood para el Perú y a la vez tan Perú para Hollywood, ¡qué registro vocal!, elevó a otro grado la interpretación y la versatilidad de sus cuerdas vocales. Cedro, caoba, no importa cual, el producto final es lo importante, su elaboración es indiscutida y su calidad ineludible, se parió en las costas centrales allá por el siglo XIX y la guitarra nunca más se sintió sola. El cajón señoras y señores, que otro instrumento conocido por el hombre, puede tocarse del modo en el que aquellos embajadores afroperuanos, tocan su compás, o que en aquellas peñas criollas, explotan con son y tizón. ¿Qué sería de Don Oscar Avilés, del fenecido Arturo “zambo” Cavero o de Eva Ayllón, sin este autóctono instrumento de madera? O siendo aún poco modestos… ¿qué sería del gran guitarrista flamenco Paco de Lucía y de la música flamenca si allá por el año 1977, el embajador español de turno, no les regalara aquella caja de madera? De nada Europa, tantos años después… y qué bien se siente. Porque el huayno, la zampoña, el pututu y la quena no significarían nada sin sus mujeres envueltas en coloridas polleras de neón, por los chullos tan comercializados en las pasarelas a nivel mundial y que iniciaron su travesía aquí. Shipibos, ashánincas, entre tantas otras tribus, el oriente peruano, que le dicen, con sus escasas indumentarias, con sus plumas, sus danzas, sus costumbres, su Amazonía.

No hay pollo sin ellas, no existe asado sin su compañía, ningún tubérculo es tan diverso en su forma, en tamaño, en sabor, salvo de la hambruna a gran parte de la Europa post guerra, ¿es que la papa, tan famosa y tan consumida, no se merece un monumento?




Por Santiago de Chuco, cuna del inigualable poeta peruano y del segundo poeta universal por antonomasia, César Vallejo, porque Dante Alighieri fue único, los versos expuestos en los Heraldos Negros también. Y a ti que compartes la nacionalidad con aquella monarquía constitucional europea, pero Arequipa te cobijó desde pequeño y la escuela militar Leoncio Prado te enderezo, a ti Mario Vargas Llosa, a quien el Nóbel ya no le es esquivo, porque todos voceábamos para que desde hace mucho te lo merezcas y con creces, a ti que inflas el pecho por todos nosotros, cuando sacas el escudo y desenvainas la espada antes la comunidad internacional, para enaltecer nuestras virtudes y encaminar nuestros defectos.

Porque la donna é mobile llega a niveles catárticos cuando Juan Diego Flórez la interpreta, que acertado fue Luciano Pavarotti, te vaticinó triunfos cuando nosotros desconocíamos tus derrotas. Por el embajador con credenciales internacionales no – político, que el Perú tendrá jamás, Gastón Acurio Jaramillo, que es un ente, casi una eminencia en cuanto a gastronomía peruana se refiere, posee el don de la labia y expresa con palabras lo que el paladar siente cuando se sacia de sabor. Imagínense lo que sus papilas gustativas sienten al probar: arroz con pollo, seco de cabrito con frejoles, pachamanca, anticuchos, chinguirito, escabeche, lomo saltado, ají de gallina, sancochado entre tantos otros miles de platos deliciosos y acompañados de exquisitos postres como la mazamorra, arroz con leche, frejol colado, arroz zambito, suspiro a la limeña, turrón de doña Pepa, por solo nombrar algunos; ¿alguna duda de que seremos la capital de la gastronomía en el futuro?

A estas alturas, trato de imaginarme, porqué me siento tan peruana como otros y, descubro que sencillamente, son por los detalles que envuelven a este país, sé que muchos detestamos lo caóticamente horrible que suele ser esta tierra, donde ingas y mandingas se mezclan pero, este bello paraje, se alimenta de su gente, de nosotros, quienes hacemos de este lugar, algo inigualable, que, de a pocos, se hace un nombre, fuera del archiconocido Machu Picchu, el cual nos encasillo por tanto tiempo dentro del circuito turístico del mundo y que todos conocemos como Perú.


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