Para los abuelos (Formato: Carta)

martes, 19 de octubre de 2010

Definitivamente es un tema del que no me es muy agradable hablar. No sé ni como empezar a escribir esto, así que trataré de redactar en tercera persona: mi abuelo materno pudo “llegar conocerme”, puesto que 27 días después de mi nacimiento lo asesinaron, así que es casi imposible que me acuerde de él, sin embargo en mi dormitorio dejaron un cuadro donde sale retratado, el cual se encuentra ahí hasta la actualidad.

No tengo mucho que decir respecto a ti, sólo debo decir que me hubiera gustado mucho conocerte, quizá mi vida se hubiera tornado diferente y no tendría tantos problemas con mi existencia. Son muchas las veces que te he mirado directamente a los ojos y como una orate te he conversado, como si pudieras escucharme, como si pudieras verme y oírme. Alguna vez cuando tenía 5 años pude oírte decir algo, o quizá es que ya desde esos tiempos estaba totalmente fuera de lugar, no estoy segura, pero si sé que mi cuerpo se paralizó.

Hubo noches en las que soñé contigo o al menos traté de imaginarte vivo para incluirte en mi vida y son regulares las noches en que he sentido que me miras, como si estuvieras amargo conmigo por los errores o malos pensamientos que tengo, al fin y al cabo… termino conversando contigo y me siento más loca que nunca, pero no lo estoy, es como cuando eres niña y tienes a un amigo imaginario. Algo así.



Abuelo paterno: no sé porqué y no me atrevo a querer saberlo, pero durante años no hemos hablado como debemos. Nuestra relación siempre fue como la que tengo con Ángel (tu hijo), carente de palabras, mimos y cariños, aunque siento y sé que tu “afecto” hacia mí es mucho más positivo. Recuerdo cuando querías que te leyera las noticias y cuando pretendías enseñarme algunas cosas de panadería, pero como toda niña… preferiría jugar o en todo caso observar. El tiempo ha pasado y haz dejado de caminar, de acordarte de las cosas, leer el diario, hablar, para ahora quedarte sentado por horas mirando hacia la ventana, para mirar a los otros, para pretender que oyes todo lo que decimos y para dormir. No llores cuando me preguntes: “¿qué edad tienes? ¿Estás en la universidad? ¿Qué estudias?”, el tiempo pasa y es inevitable, te cuesta creer y retener ciertas cosas, pero sé muy bien que los buenos momentos los guardas en tu ser aunque no digas nada. Absolutamente nada.

Me cuesta creerlo porque pensé que jamás podríamos llegar a ese nivel, pero… te aprecio mucho más desde tu cumpleaños de este año, porque cuando estabas en ese sillón rojo sentado, como siempre vigilante hacia la ventana viendo las horas pasar, sentí que quería observarte hasta cansarme para poder recordarte siempre, estabas feliz con mis bromas patéticas, con mi presencia a tu lado y más aún cuando ambos pudimos sostenernos las manos, cuando me apretaste tan fuerte que no pude desprenderme… me sentía tan cohibida por tu mirada y yo sólo miraba al frente porque no podía tolerarlo. Cuando a veces almorzamos juntos te me quedas viendo y no puedo tolerarlo tampoco, y es que… esa mirada nostálgica es incómodamente triste para mí. Es difícil todo esto, no sé que más decirles… cada uno con sus cosas buenas y malas, de una manera u otra los llego apreciar como igual, ¿qué complicado, no? Sólo esperar a que pase (una vez más) el tiempo y el viento por la ventana.

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