"De nombres y apellidos"

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Favor de tomarlo como una ligereza o si se quiere como una advertencia

Aquella vez, Augusto, se tornó completamente sobre aquel (aquella) individuo, que osó (á), nombrarlo en susurros, en murmuraciones, y es que, por un instante, su sentido auditivo, se agudizó, al extremo de capturar con suma atención, lo que vilmente se dijo a sus expensas, groso error miserable individuo, aquel fue el último de tus murmullos, aquel fue el último puñal incrustado, aquella vez, diste la última de tus bocanadas de aire, porque te sobrevino con crudeza, la más pura de las respuestas, el más cruento de los ataques, te viste ensimismado, acongojado de temor, por saberte inerte en aquella situación, oh que pobreza emanaste aquel día miserable individuo, jugaste por tanto tiempo con aquel reloj de arena, que desde mucho antes, descendió hasta el último de los minúsculos granos de tierra, que desencadenaron en aquella reacción.

Ahora recordando pasajes de aquel día, esbozo una sonrisa risueña, mientras mi bipolaridad se sonroja, ¿Cómo pudo ser capaz Augusto de llegar a tal extremo? La respuesta es sencilla: todo el tiempo mantuvo las distancias con el individuo, siempre supo diferenciar la enemistad, del aprecio fraterno, como tal, mantuvo su perplejidad en momentos en que era necesario hacerlo, pero cuando se halló de lleno, en el libre albedrío de acción, sucumbió enteramente ante el odio y la justicia de hacer correcto lo incorrecto… y es que como expresó Augusto esa fatídica tarde: “más de una vez te dije, no bromeaba al respecto, ahora mírate miserable, no significas nada, no vales nada”, mientras Augusto, - encolerizado, exhortaba aquella frase - , el (la) individuo, moribundo (a), infeliz, miserable, se reconocía a sí mismo, triste y depresivo (a), deseando que todo lo vivido fuera, un mero sueño febril, mientas languidecía, reconoció a su atacante, que lo observaba orgulloso e inadmisible, mientras el último de sus alientos, escapaba para siempre de su ser. ¡Qué recuerdos aquellos! ¿Verdad? Miserable infeliz, visitante pagano (a), quieres encontrar en este refugio virtual, lo que no tienes el descaro de reclamar en el mundo real, por eso estás muerto (a). Muerto (a) para siempre, recuérdalo al leer esto basura.


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